No es el mejor momento de Juan Arango. Puede llegar a sonar destemplado calificar el buen rendimiento del capitán de la Vinotinto en su club y la selección como el más importante de su carrera, desconociendo una trayectoria exitosa, llena de logros destacados.
El jugador nacido en el estado Aragua tiene una década militando en ligas del exterior, con títulos, goles importantes y transferencias de montos considerables. En la selección no ha sido menos, en un momento dado, cuando sus goles eran decisivos para los triunfos nacionales, se habló de «Arangodependencia».
Actualmente, con más experiencia, arropado por un grupo curtido y en el que varias individualidades pesan en el colectivo, el papel del maracayero es destacado tanto en su equipo como en la Vinotinto. En el fútbol venezolano cada paso dado muchas veces es visto como inédito, como respuesta al manido y a la vez fuera de uso remoquete de “cenicienta”.
El balompié criollo, a diferencia de lo que se pueda creer, tiene un largo catálogo de hazañas. Hace pocos años, un gol de Arango en España fue tan celebrado como lo es hoy uno de Miku o Rondón, un triunfo como el obtenido ante Bolivia con el gol de Vizcarrondo fue tan festejado como el de los tantos postreros de Rey y el propio Arango en Maracaibo.
El optimismo con el que un amplio sector encara estos días del fútbol venezolano es conmovedor, pero también es un llamado de atención para que no se quede dormido en los laureles. Los hechos positivos son fundamentales para el crecimiento de un grupo social, pero también lo son los negativos.
Los deportes, y el fútbol como el más popular de ellos, entregan constantemente lecciones de todo tipo, de grandeza y bajeza, de soberbia y humildad, por lo que es importante levantar la vista de vez en cuando para saber de dónde se viene, dónde se está y, no menos relevante, hacia dónde se va.
Javier Rivera