Aparte de ser estadísticamente la mejor actuación histórica en un Preolímpico, la Vinotinto sub-23 de 2024 dejó un precedente prometedor para el futuro del fútbol nacional.
Es cierto que la paciencia del público criollo es cada vez más corta y que la sensación en el cierre es la decepción de haber faltado a la cita final, pero en un torneo tan peculiar como el de esta categoría, el cuarto lugar es un logro.
Hace más de 30 años que Venezuela ni siquiera se asomaba en un cuadrangular preolímpico. Más allá de eso, son las demostraciones de valentía en los dos juegos decisivos de la primera fase, la responsabilidad de entender los errores y corregirlos, junto a varios altos desempeños individuales los que llevan a pensar en positivo tras el certamen.
La generación del Brígido está lejos de aquella de Mar del Plata, la que a la larga consiguió romper con el estigma de la peor selección del continente y le dio entrada al fútbol venezolano al siglo XXI. Lo está porque apenas empieza a escribir su propia historia.
Sin embargo, la oportunidad de hacerlo está a la vuelta de la esquina. El reto radica en que de este grupo -y otros más de su rango de edad que no vinieron al Preolímpico- son realmente el relevo para la actual Vinotinto. Y un relevo que ya puede entrar en el llamado radar, en casos puntuales, a partir de marzo.
Por otro lado, para bien o para mal, quedó contrastada la intención de los cuerpos técnicos vinotinto de emanar una forma de jugar que va desde la mayor hasta las de menor edad y que no podía falta en la sub-23. Una idea que requiere tiempo para implantarse y que por el momento es respaldada con resultados.
Adicionalmente, el Brígido Iriarte y Valencia cumplieron como sedes. El público también hizo su parte, en la localía capitalina y en el respaldo carabobeño. Es cada vez más claro que el venezolano le devolvió el crédito a la Vinotinto -y le exige-, sin importar si es mayor o juvenil.
Javier Rivera – @JavierRiveraVen
Foto: Prensa FVF
Lavinotinto.com
