Yekaterimburgo, la capital de la región de los Urales, es la última frontera del Mundial de Rusia 2018, ya que el Kremlin descartó llevar la gran fiesta del fútbol a la inhóspita Siberia.
«Somos la ciudad más oriental del Mundial, pero no la más lejana de Moscú, ya que Sochi está aún un poco más lejos», dijo a la prensa internacional Yevgueni Kuibashev, gobernador de la región de Sverdlovsk, en el marco de una gira organizada por la FIFA.
La última gran ciudad europea antes de adentrarse en Siberia -se encuentra a apenas 20 kilómetros de la línea que separa Europa de Asia- apura los preparativos para un torneo que arrancará dentro de menos de un año con el fin de romper los estereotipos que persiguen a muchas de las ciudades sede.
«En junio la temperatura media puede ser de unos 25 grados sobre cero, así que estoy seguro de que los aficionados españoles se sentirán como en casa», insistió el gobernador, en alusión a que el Mundial de Rusia no dejará frío a nadie.
El Yekaterimburg Arena, que tendrá una capacidad para 35.000 espectadores y acogerá partidos de la fase de grupos, ya ha entrado en su última etapa de construcción.
Como ocurriera con el estadio olímpico Luzhnikí, que albergará la final mundialista, el proyecto ha respetado la vieja fachada del estadio construido en 1953.
«El estadio estará listo en diciembre. En cuanto a los campos de entrenamiento, uno ya está preparado, mientras el resto están completados en un 95 por ciento», subrayó el gobernador.
Una de esas bases de entrenamiento es el coqueto Uralmash en el que el equipo local, el Ural, disputa sus partidos de liga y que tiene un césped en magnífico estado y un graderío con un aforo de más de 10.000 espectadores.
Las autoridades han invertido 20.000 millones de rublos (unos 300 millones de euros) en mejorar las infraestructuras, a lo que hay que añadir los 10.000 millones (150 millones de euros) de inversión privada.
Yekaterimburgo está a unos dos mil kilómetros de Moscú, pero el problema no radica tanto en el largo viaje en avión, sino en el huso horario, ya que en dicha ciudad hay dos horas más que en la capital rusa.
Ese fue el motivo por el que la FIFA descartó desde el primer momento la posibilidad de celebrar partidos mundialistas en ciudades siberianas como Novosibirsk, no digamos ya Vladivostok, ya que eso sería un tormento para las retransmisiones televisivas.
Muchos equipos mundialistas ya han optado claramente por el sur de Rusia como lugar de concentración mundialista, pero olvidan que en esa zona las temperaturas pueden llegar a superar los 35 grados, calor húmedo que puede sofocar a los futbolistas.
Mientras, entre Moscú y Yekaterimburgo, que cuenta con uno de los mejores aeropuertos del país, hay dos horas y media de vuelo, y el clima es continental, es decir, seco.
Con casi un millón y medio de habitantes, es la tercera ciudad del país, tras Moscú y San Petersburgo, y cuenta con modernas infraestructuras de transporte.
Coincidiendo con la consecución del Mundial, el Ural ascendió a la división de honor y la temporada pasada incluso alcanzó la final de Copa.
«Yekaterimburgo es una de las mejores ciudades de Rusia», comentó Eric Bicfalvi, futbolista rumano del Ural, al término del partido de liga ante el CSKA Moscú.
A punto de cumplir los 300 años desde su fundación, Yekaterimburgo, considerada la urbe más liberal del país, es la ciudad natal de Boris Yeltsin, el primer presidente democráticamente elegido de la historia de Rusia.
Además, es donde tuvo lugar en 1918 el asesinato de la familia del último zar, Nicolás II, fusilado por los bolcheviques casi un año después de la Revolución.
La FIFA y el comité organizador son conscientes de que están mucho mejor colocados a estas alturas que en el caso de Brasil, cuyo Mundial estuvo marcado por los retrasos en las obras de construcción y las quejas por la baja calidad de las infraestructuras.
Pero la batalla por el apoyo de la opinión pública mundial no es una batalla ganada ni mucho menos, ya que muchos aficionados dudan aún si viajar a Rusia debido a las tensiones políticas entre el jefe del Kremlin, Vladímir Putin, y Occidente.
«A mí me pasó lo mismo cuando vine hace seis años, pero Rusia no es como la pintan. Es un buen lugar para vivir. La gente es agradable y estoy seguro de que los aficionados al fútbol no tienen nada que temer», comentó Pontus Wernbloom, futbolista sueco del CSKA Moscú, después del partido ante el Ural.
EFE
Lavinotinto.com