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Castellanos: “Al ritmo competitivo de mis compañeras yo no estaba”

Siguiendo el ejemplo de su hermano mayor, Deyna Castellanos se animó a patear y a correr por la cancha. Maravillaba entonces su dominio con la pelota. Lo sigue haciendo a día de hoy, situada entre las máximas goleadoras y asistentes de la primera división de España.

Castellanos tiene 21 años. Pasaron siete desde su brillante aparición en el Mundial sub-17 de Costa Rica 2014, cuando confirmó en un gran escenario aquello que ya se advertía en ella cuando era niña. “Siendo muy pequeña, era muy hábil. Era intuitiva e inteligente. Se paraba muy bien en el campo y era muy madura con el balón. Si uno tenía conocimiento sobre la disciplina deportiva, se daba cuenta de que realmente desde muy pequeña era buena“, subraya su madre, defensora del sueño de su hija aunque para los familiares eso significase estar alejados de ella.

Ese es, precisamente, el gran anhelo de Deyna. “Sé que tengo la capacidad de convertirme en una de las mejores del mundo, si no la mejor. Dar alegría a mi país es una de las cosas principales que me motivan a mí y que me mueven. Y también hacer que mi familia esté totalmente orgullosa de mí”, resuelve la atacante del Atlético Madrid, sin tapujos ni rodeos.

Apunta su agente, Guillermo Zamarripa, que la venezolana ya irradiaba “confianza y seguridad” cuando la conoció: “Con 16 años, le preguntabas por sus objetivos y te decía que quería ser la mejor jugadora del mundo. Lo decía con una facilidad que se te ponía la piel chinita. Dentro de la cancha, hay cientos de jugadoras con un talento excepcional, pero lo que hace distinta a Deyna Castellanos es su mentalidad. Ella es una entre una generación, porque tiene el talento y todos los intangibles. Tiene la disciplina, tiene el hambre y tiene el manejo de presión”, asevera.

Ella sobrelleva todo eso desde 2014. Vio en el Mundial sub-17 de Costa Rica “una vitrina” que le podría abrir “muchísimas puertas”.

Yo esa parte ya la había hablado conmigo misma, y era cuestión mía saber aprovechar esa oportunidad. Creo que tanto la selección, como equipo, como yo individualmente aprovechamos ese Mundial. De ahí viene mi beca universitaria en Estados Unidos. Muchos equipos de Europa y de Latinoamérica también se acercaron entonces queriendo que creciera un poquito más en su equipo. Después, en el Mundial de Jordania 2016, me propuse no dejar a la gente pensar que aquello había sido un golpe de suerte, que había sido algo básicamente fortuito, sino demostrarles que no es suerte sino talento”, dice.

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Confirmado su impacto, Castellanos decidió “quemar etapas” y retrasar su puesta de largo como profesional. No pudo evitar, sin embargo, que se sucediesen los reconocimientos individuales. En 2017, de hecho, fue una de las tres finalistas al premio The Best que concede la FIFA. Nunca antes una futbolista tan joven había alcanzado ese lugar. Su precocidad, en cualquier caso, no desvió su foco.

Ese fue el paso que Castellanos decidió dar en medio del ruido. “A mí todo me ha venido muy joven”, remarca: “Empiezo la universidad con 16 años; termino con 20. Quemar esas etapas era bastante importante para mí. Era mi infancia, mi niñez y no quería que se perdiera. Además, la educación para mí es algo sumamente importante. Para cualquier jugador de fútbol, a nivel masculino, su primer contrato ya es millonario. Nosotras no tenemos esa realidad, así que para mí una de las prioridades era poder estudiar en una universidad, ya que eso me abre muchas puertas en la vida”.

Con el estatus de campeona nacional de Estados Unidos como otro logro reseñable en su exitoso palmarés, Castellanos decidió en enero de 2020 emprender un nuevo rumbo. A principios de ese año se incorporó a las filas del Atlético Madrid para dar en España los primeros pasos de su carrera profesional.

“En Madrid me siento muy en casa”, cuenta la reciente campeona de la Supercopa. “Tengo muchos amigos que, literalmente, me estaban esperando. Me decanté por el Atlético porque jugaba Champions, porque me identifico con sus valores y porque siento que voy a aprender muchísimo en el club”, indica.

Hay un aprendizaje que, en poco más de un año, ya lleva consigo. “La realidad que me encontré en los primeros meses es que al ritmo competitivo de mis compañeras yo no estaba, lo cual me enseñó muchas cosas. La intensidad que tienen los entrenamientos en el Atlético de Madrid me enseñó que tenía que correr y trabajar físicamente; que ser talentosa no me bastaba”, recalca.

Considera, no obstante, que la Deyna Castellanos que llegó a Madrid en enero de 2020 “no sabía lo que en verdad era sufrir, porque le bastaba el talento. En diciembre ya no solo no me bastaba el talento, sino que además sabía sufrir porque había trabajado para saber sufrir. Para mí no era justo que mis compañeras corrieran y yo no; no era justo que yo no pudiera dar el mismo esfuerzo en la cancha que ellas daban. Eso te cambia un poco la mentalidad. Obviamente, al mejorar mi estado físico, también pareciera que mejoro mi parte técnica o táctica, lo cual me parece que sigue siendo la misma; solo que ahora no tengo dos pulmones sino que tengo cuatro. Todo sale más fácil. El oxígeno me llega más fácil al cerebro y me dura más tiempo”, bromea.

Castellanos lleva el trabajo en las piernas, el fútbol lo tiene en la cabeza y la inspiración late en su corazón.

“Hubo un mensaje durante el Mundial de Francia de Marta que me puso la piel de gallina. Por eso es quien es y ha sido la mejor”, comenta.

Cuando Marta mandó ese mensaje, en el que pedía a las futbolistas más jóvenes que entrenasen más y mejor, pensé que estaba frente a mí y me lo estaba diciendo a la cara. Me lo tomé así de personal y me imagino que muchas jugadoras jóvenes también. Es el tipo de mensajes que hay que aprovechar para cambiar el mundo del fútbol”, apostilla.

EFE
Foto: Archivo
Lavinotinto.com

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