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Cuando lo difícil se hace fácil

Dice un lugar común que lo más difícil del fútbol es hacer lo más fácil. La selección de Venezuela está sacando provecho de un trabajo previo que se pudo plasmar en la Copa América y tuvo continuidad en el partido ante Argentina.

La alta competencia recuerda una y otra vez que no hay espacio para los cambios radicales, al menos no para los que se hacen con poco tiempo de aplicación. En la derrota en Ecuador quedó plasmado eso, aunque el espaldarazo a los jugadores que en el mediano plazo ocuparán los puestos clave es un aspecto rescatable.

Para enfrentar al conjunto albiceleste, el cuerpo técnico nacional aplicó un plan no tan publicitado como el hecho para subir a Quito –bien estructurado pero que no se correspondió con la puesta en escena final- resultando efectivo, en lo técnico, táctico, físico y el marcador definitivo.

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La idea es simple y efectiva. El funcionamiento colectivo de Venezuela pasa por la comunión entre todas sus líneas. La defensa funciona con sincronía, resta espacios y corta el juego contrario. El mediocampo equilibra, da salida y suma al ataque. La delantera combina lo individual y lo colectivo.

El equipo no funciona como un mecanismo perfecto, algo que es normal en un deporte en el que la perfección es un concepto utópico. Sin embargo, los destellos en la marcación individual, la definición o el manejo son compensados por el trabajo en bloque.

El partido de Puerto La Cruz refrescó las imágenes de La Plata, Salta y San Juan meses atrás. El equipo inteligente del segundo tiempo se acerca a lo que quieren el cuerpo técnico y el país futbolístico. Para mantener viva la aspiración de que Venezuela rompa la barrera histórica y clasifique al Mundial debe repetir actuaciones de ese estilo.

 

Javier Rivera.

Foto: Carlo Dragone.

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