El deporte resulta ser la vía de escape de un país en crisis, sea como pasatiempo, para despejar la mente del entorno, o como profesión para jóvenes cuyas posibilidades son reducidas en otras áreas.
“Mi hijo se entrenaba de ocho a once de la mañana diariamente”, recuerda Liliana Ascani, madre de Gerardo Arrieta, un pelotero de los Navegantes del Magallanes, que adoptó al béisbol como su carrera. “Regresaba a la casa, descansaba y en la tarde acudía a otra actividad”.
El joven de diecisiete años salió de su hogar, el pasado 9 de abril, como todos los días, pasadas las siete de la mañana, después de escuchar su canción religiosa.
“Era muy católico”, explica la progenitora. “Yo estaba en el centro de Valencia, a unos cuatro o cinco kilómetros de Naguanagua. Mi teléfono sonó y era Edimar, suegra del dueño de la academia donde él entrenaba. Llorando, desesperadamente, me dice que mi hijo se desmayó”.
Liliana pensó que se trataba de un episodio que, en ocasiones, afectaba a su único retoño. El jardinero de la nave turca a veces sufría mareos, pero con un poco de sal, volvía en sí.
Esta vez no fue así.
Ascani se dirigió al centro asistencial donde tenían a su vástago y allí intentaba conocer su estado de salud. Unos minutos más tarde, el Dr. William Jordan y otro médico se le acercaron para informarle que su hijo no pudo soportar un ataque cardíaco fulminante.
“El mundo se vino abajo para mí”, admite con lágrimas en los ojos, semana y media después de lo ocurrido. “Jamás pensé que esto podía pasar. No entendía”.
Las causas del infarto continúan siendo una incógnita para la familia del joven patrullero, quien tenía negociaciones adelantadas con varias organizaciones de Grandes Ligas.
“Mi hijo no sufría del corazón”, sentenció la madre. “A menos que fuera por la tristeza o la situación del país. Yo quiero saber que esto fue natural, no acuso a nadie de nada”.
Sin embargo, el Cuerpo de Investigaciones Penales y Criminalísticas ordenó la realización de una prueba toxicológica, solo para descartar cualquier otro escenario, pero los resultados aún se desconocen.
Aunque es poco probable que allí se encuentre la respuesta.
Al llegar a casa de los Ascani, inmediatamente su madre nos enseñó una carpeta con sus más recientes estudios médicos, incluyendo electrocardiogramas que le fueron practicados al fallecido jugador.
Ningún examen jamás arrojó nada que pudiera encender las alarmas de un inminente infarto.
“Mis hermanos me criticaban porque decían que lo cuidaba demasiado y no me arrepiento”, confesó Lilian. “Yo amé a mi hijo y lo cuidé lo más que pude”.
Pero en el seno familiar temen que el joven atleta haya tenido mucha presión para conseguir lo que tanto anhelaba, una firma con una organización de MLB.
“Estos son niños que están sometidos a una presión increíble”, agregó Víctor Ascani, tío de Gerardo. “Creo que es un coctel de trabajo, estrés, la preocupación de no firmar. Es bien fuerte manejarlo, recuerden que son niños. A veces hay problemas que no se detectaron a tiempo, pienso que fue algo fortuito.”.
Ese es un escenario cada vez más común entre los jóvenes de Venezuela y República Dominicana, quienes en un elevado porcentaje abandonan sus estudios para dedicarse de lleno al béisbol, con la finalidad de conseguir la firma que los ayude a enfrentar la crisis de nuestros países.
“Debería verse eso de sacar a los niños de la escuela a tan temprana edad”, analizó Liliana. “Y de que los padres no den apoyo a sus hijos para que terminen de estudiar. No hay porqué irse a una academia desde los doce años”.
“Cada vez buscan a los niños más jóvenes, en los liceos, en primer año metiéndole una presión enorme”, completa Víctor. “Muchas personas ponen sus sueños sobre esos muchachos y son su esperanza para resolver sus problemas y no puede ser así”.
No fue tal el caso de Gerardo, quien sí concluyó sus estudios básicos, pero tal vez sí pudo sentir aquella presión que muchos de sus colegas poseen por conseguir el anhelado pacto.
“Él me decía que se sentía preocupado porque no había firmado”, concluye Liliana. “Pero si aquí hay una enseñanza es que hay que estar pendiente de esos peloteros, hay que ayudarlos a superarse, pero que tengan un médico y que no los presionen. No digo que sea mi caso, pero espero que esto sea para bien”.
Por: Marcos Grunfeld
Lavinotinto.com
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