Con esos parámetros, 7 grados centígrados en el comienzo, y 11 en el final, los jugadores de la reserva de la selección peruana se movieron en la mañana en la cancha principal del Servicio Social de Comercio, en Porto Alegre, la ciudad que quedará en la historia pues allí selló su clasificación para la final de la Copa América, después de 44 años.
Guantes gruesos para unos, cuellos térmicos para otros y rostros de buenos amigos de todos. Así fueron vistos los componentes alternativos de la plantilla que dirige Ricardo Gareca mientras se movieron sin mucha intensidad pero con bastante disciplina bajo la mirada atenta del seleccionador.
Lejos del alcance de las cámaras, los jugadores titulares cumplieron en privacidad a esa misma hora de la mañana un trabajo regenerativo tras el esfuerzo que demandó golear por 0-3 a Chile.
La euforia desatada por la clasificación del miércoles en el estadio Arena do Gremio dio paso a un trabajo mental para mantener al equipo enfocado en un objetivo al que muchos sectores del mundillo del fútbol no tenían a Perú como candidato.
“Las finales son para ganarlas“, resume tras el partido del miércoles el nuevo discurso del técnico argentino.
Desde la esquina de Brasil, el anfitrión de la Copa América, el mensaje que ha comenzado a ser difundido pasa por el respeto a Perú, tal como lo reclamó el miércoles Paolo Guerrero, el máximo goleador del certamen en activo, con 13 dianas.
En cuanto Brasil montó en la ciudad serrana de Teresóplis su cuartel general de cara al crucial partido del domingo en el estadio Maracaná, la delegación peruana, con su fuerza máxima a disposición, ya amanecerá este viernes en Río de Janeiro.
EFE
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