Era su noche, una fiesta preparada en Porto Alegre, su casa, para él, la estrella del Gremio, Everton, pero la velada tuvo como protagonista a su compañero Gabriel Jesús, encumbrado a héroe nacional al marcar el penalti que dio a Brasil el pase a las semifinales de la Copa América.
Tras acabar el partido ante Paraguay sin goles, Gabriel Jesús anotó el lanzamiento decisivo en la tanda de penales, la tercera consecutiva que protagonizan Brasil y Paraguay en unos cuartos de final de Copa América, pero esta vez cayó del lado brasileño, al contrario que las dos anteriores.
Gabriel Jesús, que apenas había tenido incidencia en todo el encuentro, acabó como figura de un partido donde Cebolinha como se le conoce popularmente a Everton, estaba llamado a brillar. El extremo izquierdo no dejó de intentarlo sin suerte durante todo el partido pero ni siquiera participó en la tanda de penales.
Las camisetas azules se combinaban en el estadio con las amarillas, pero no eran del uniforme alternativo de Brasil, sino camisetas del Gremio de Porto Alegre, muchas de ellas con el dorsal de Everton, un jugador que ilusiona mucho a la “torcida” brasileña.
También cintas para la cabezas, pancartas… todo valía para demostrar el orgullo de la afición gremista por ver a jugar a su estrella con la Canarinha en su propia casa, porque quizás sea una de las últimas veces que lo vean en esta cancha antes de que se lo lleve algún grande de Europa.
En la tribuna estaba el polémico Neymar, cuya vacante en el equipo titular de Brasil la ha ocupado Everton sin que los brasileños lo extrañen en la cancha, figura empañada y manchada por escándalos continuos.
Cebolinha fue el jugador más celebrado por el público que casi llena el Arena do Gremio cuando en el videomarcador se anunció la alineación titular de Brasil, por encima de Alisson, que también jugó en Porto Alegre, aunque en el Inter, o incluso de Arthur, que al igual que Everton llegó a vestir la camiseta tricolor del Gremio.
Lo mismo ocurrió cuando por las pantallas se le vio su cabeza de “cebollita” asomar por el túnel del vestuario antes de saltar al terreno de juego con la camiseta “verdeamarela”.
Cuando tocó por primera vez el balón en el minuto 3, el ruido del público se hizo ensordecedor y fue a más al iniciar una carrera en dirección directa al área.
Cebolinha comenzó el cotejo muy activo, tratando de demostrar y de gustar a sus entregados seguidores, pero la precipitación le jugó en contra en los primeros compases del encuentro.
En el ecuador de la primera parte, la torcida brasileña aprovechó una interrupción en el juego para corear a viva voz el nombre de Everton y así darle fuerzas para que siguiese intentándolo.
Antes del descanso lo intentó por la banda derecha, al colocarse en el lugar que ocupaba inicialmente Gabriel Jesús, y así pudo arrancarle un tarjeta amarilla al lateral izquierdo del combinado guaraní.
En la segunda parte regresó al costado izquierdo, pero ahora con un nuevo socio con más proyección ofensiva como Alex Sandro, en lugar de Filipe Luis, y dejó destellos del fútbol callejero brasileño, con trucos de esconder por un lado y por otro el balón a su marcador.
El nerviosismo cundía a medida que avanzaban los minutos y el marcador seguía sin goles, acercando peligrosamente el encuentro a la tanda de penales.
Ahí Cebolinha, con su fina técnica, quiso cumplir con el guión de la noche y ser el héroe ante su gente pero el destino no le tenía preparado ese final a su noche, incluso cuando Paraguay se quedó con diez jugadores por la expulsión de Fabián Balbuena.
Terminó contagiado por el desacierto de sus compañeros en ataque y en la recta final del partido envió fuera de los tres palos dos disparos con su pierna derecha que dejaron a todos los asistentes con el corazón en un puño y la agonía de llegar a los penales en la garganta, donde Cebolinha ya no volvió a aparecer.
EFE
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