El fútbol actual es una sucesión de eventos que se trasponen uno tras otro en cuestión de días u horas, por ello algunos acontecimientos van quedando solapados por otros de mayor interés en un momento dado.
En el balompié nacional los hechos van y vienen a diario, y son sometidos a la revisión somera, inmediata. De nuevo, los desórdenes en los estadios están a la orden del día, acumulándose como los títulos en las hojas de vida de un equipo ganador, quedando como recuerdos imborrables de sucesos pasados.
Una vez más se plantea el problema pero las soluciones, que pasan -entre otros detalles- por una comunión de esfuerzos del medio futbolístico para entender que hay una situación que aún es controlable con respuestas oportunas y certeras, siguen sin aparecer. Continúa siendo más importante que los partidos se disputen cada domingo o miércoles sin importar las consecuencias.
En otros ámbitos, menos riesgosos pero también relevantes, el fútbol nacional ha dejado de lado su interés. Hace un año, la selección femenina se codeó con las mejores en el Mundial sub 17 y hoy permanece en las tinieblas de la carencia de apoyo público y privado, de la falta de fomento para la carrera deportiva de unas jugadoras que llegaron a la máxima meta posible en el amanecer de sus vidas.
El fútbol sala intenta retomar su lugar y el fútbol playa dijo presente asistiendo a un Mundial hace pocos días, ¿Correrán la misma suerte de su par femenino? Como ha ocurrido con graves incidentes vividos en distintos escenarios del país, están arriesgados a quedar guardados en las hojas del tiempo, pese a las buenas intenciones de quienes hacen vida en esas disciplinas.
Si el ámbito futbolístico mantiene su hábito de prestarle atención a los “hechos del momento”, no sólo las modalidades balompédicas serán las que sigan a la sombra, sino también los estadios, esos lugares que ofrecen la posibilidad de seguir de cerca un espectáculo que todavía puede ser rescatado del caos.
Por: Javier Rivera
Foto: Carlo Dragone
