Río de Janeiro es la primera ciudad sudamericana en organizar unos Juegos Olímpicos, algo que, además de histórico, le sirvió de argumento al gobierno brasileño para sumar respaldos para adjudicarse la sede, pese a que después se abstuvo de iniciativas para integrar a la región en el evento.
Tras haber alardeado a gritos de que la elección de Río como sede de los Olímpicos de agosto próximo corregía una injusticia histórica con una región geográfica ignorada hasta entonces por el Comité Olímpico Internacional (COI), Brasil no contempló a Sudamérica ni en el recorrido de la antorcha olímpica.
De las cerca de 500 ciudades brasileñas por las que el mayor símbolo olímpico pasará en sus 95 días de recorrido de 36000 kilómetros, tan solo una está ubicada en la frontera.
Se trata de Foz do Iguaçu, cuya elección no obedeció a su ubicación en la triple frontera con Argentina y Paraguay sino al interés del gobierno brasileño en promover sus atractivos turísticos, como las famosas cataratas del Iguazú.
Brasil llegó a anunciar un evento especial con la antorcha olímpica en Foz do Iguaçu con la participación de autoridades argentinas y paraguayas para «conmemorar la integración sudamericana», algo que tampoco salió del papel.
Pese a esas omisiones, Río de Janeiro usó y abusó hace siete años en Copenhague, en donde venció a Madrid, Tokio y Chicago en la elección de la sede olímpica en 2016, de su estatus como primera ciudad de la región que organizaría la cita.
«Ha llegado la hora de que un país sudamericano organice unos Juegos Olímpicos», aseguró repetidamente el entonces presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, al defender la candidatura carioca en Copenhague en 2009 y en cada cita internacional que tuvo previamente.
El presidente del COI, el belga Jacques Rogge, admitió entonces que, pese al valor da las otras tres candidatas, Río contaba con el «valor añadido» de que llevaría los Juegos «a un continente no explorado» antes.
Lula aprovechó su enorme carisma y la gran popularidad que tenía en la época entre los países de Sudamérica para unir toda la región tras la bandera de que la victoria de Brasil finalmente atendería las reivindicaciones de la región y que Río no era candidata exclusivamente brasileña sino sudamericana.
El presidente del Comité Olímpico Brasileño (COB) y actual presidente del Comité Organizador de Río 2016, Carlos Arthur Nuzman, llegó a utilizar un mapamundi en la sede del COI en Lausana, cuando presentó la candidatura carioca, para dejar claro que Sudamérica había sido excluida hasta entonces de la geografía olímpica.
«Los miembros del COI sonrieron y algunos incluso aplaudieron», relató entonces el secretario de la candidatura, Carlos Osorio, al describir la reacción de los dirigentes deportivos a un mapamundi presentado por Nuzman y que dejaba «una gran zona en blanco en Sudamérica».
Y realmente la elección de Río llenó un enorme hueco en el mapa del deporte mundial, en el que todavía aparece uno mayor que es África.
Desde su primera edición en la Era Moderna, en Atenas en 1896, los Olímpicos han sido celebrados en 21 ciudades europeas, 5 norteamericanas, 3 asiáticas y 2 de Oceanía. Lo más cercano que estuvieron de Sudamérica fue en Ciudad de México, que albergó la cita de 1968.
Tal olvido ignoró por más de un siglo el gran respaldo de Sudamérica al COI, incluso desde el origen del organismo, en 1894 en La Sorbona de París. Entre los doce países con los que contó Pierre de Coubertin para constituir el COI destacaba Argentina.
Y Buenos Aires, capital argentina, fue derrotada en las tres ocasiones en que solicitó la organización de los Olímpicos, la primera de las cuales, en 1949, por un solo voto (21-20) ante Melbourne.
La capital argentina lo intentó de nuevo en 1963, cuando el COI optó por Ciudad de México, y en 1997, cuando fue eliminada en la segunda vuelta.
Río de Janeiro postuló su candidatura dos veces antes de la vencedora. En 1997 intentó organizar los Juegos de 2004 y fue eliminada en la primera vuelta y ocho años después aspiró a los de 2012 y no consiguió pasar el corte del COI.
Entre las ciudades latinoamericanas, México organizó los Juegos de 1968 tras pedirlos también en 1956 y 1960, y La Habana solicitó organizarlos en 2008 y 2012, sin pasar el corte en ninguna de las dos veces.
Por eso la elección de Río en 2009 fue celebrada como una victoria regional por varios de los entonces gobernantes.
«Esa victoria no es sólo de Brasil sino de toda Sudamérica», dijo el presidente boliviano, Evo Morales.
Así como en el Mundial de fútbol que Brasil organizó en 2014, cuando los sudamericanos se convirtieron en los turistas más numerosos entre los que visitaron el país, las autoridades brasileñas confían en que los primeros Olímpicos de Sudamérica atraerán números récords de visitantes de los países vecinos.
Pese a que aún no existen datos sobre la venta de entradas para los Olímpicos en otros países, el Comité Organizador admitió que los países vecinos figuran entre los que más reservaron boletos para sus nacionales.
Los organizadores esperan que las cifras de los Olímpicos superen las del Mundial, cuando Río de Janeiro, una de las doce sedes del evento, recibió unos 886000 turistas, de los que 471.000 extranjeros, que dejaron en la ciudad cerca de 2.000 millones de dólares, cuatro veces más que lo esperado por las autoridades locales.
Y fueron los sudamericanos lo que más tuvieron participación en esas cifras. Los foráneos más numerosos fueron los argentinos (77000), seguidos de los chilenos (45000) y de los colombianos (31000).
EFE
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