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Klinsmann, Löw y los pactos de no agresión

La peor pesadilla de Cristiano Ronaldo pasa por un cordial saludo entre Jürgen Klinsmann y Joachim Löw al final del partido que ambos jugarán en Recife el próximo jueves, por imaginar a los jugadores de Estados Unidos y Alemania festejando sobre el campo su clasificación a los octavos de final del Mundial de Brasil 2014.

Porque, desde que el gol de Silvestre Varela, en el minuto 94 del partido contra Estados Unidos (2-2), rescatase a Portugal de la eliminación, el posible «pacto de no agresión» entre estadounidenses y alemanes se ha convertido en el centro de atención del grupo G.

La cordial relación entre Jürgen Klinsmann y Joachim Löw, amigos desde la escuela, y el recuerdo del «partido de la vergüenza» que protagonizó en Gijón Alemania frente a Austria y del que mañana se cumplirán 32 años, alimentan la polémica, por más que desde las dos delegaciones se hayan esforzado en desmentirlo.

«Eso no va a pasar. Joachim hará su trabajo y yo haré el mío. Cada uno intentará hacer lo que tiene que hacer para llegar a octavos de final. No hay tiempo para llamar a los amigos, hay que rematar el objetivo de la clasificación», ha afirmado Klinsmann.

Los precedentes refuerzan las palabras de Klinsmann de que el empate que clasificaría a las dos selecciones es complicado, porque en las nueve ocasiones anteriores en que se enfrentaron ambas nunca lo lograron.

Alemania se impuso en seis, incluido un polémico 1-0 en los cuartos de final del Mundial de Corea-Japón 2002, y Estados Unidos en tres, el último hace poco menos de un año, en el encuentro que conmemoró el centenario de la Federación Estadounidense (4-3).

Pero más complicado aún resulta no caer en la tentación de imaginar un pacto, aunque sea tácito, entre los dos colegas que sacaron a la selección alemana de la mediocridad.

Joachim Löw, «Joggy» como le llama Klinsmann, llevaba tres meses en paro cuando recibió la llamada de su amigo para cambiar un fútbol alemán que, a fuerza de buscar únicamente resultados, había acabado aburriendo. «Si metiésemos a todos en un saco y lo apaleásemos no nos equivocaríamos, porque todos juegan fatal», llegó a afirmar Franz Beckenbauer durante el Mundial 2002, pese a que el equipo llegó a la final.

«Jürgen tuvo el coraje de demandar un cambio. Queríamos salirnos de ese camino. Si el fútbol alemán de hoy es distinto al de hace 10 o 15 años se debe al coraje que tuvo», admite Löw.

En aquella selección de 2006, que devolvió la austoestima a Alemania, Jürgen, figura indiscutida como jugador, imponía su carisma y Löw, un estudioso del fútbol, entrenador con 34 años, la táctica. Eran un complemento perfecto, pero Klinsmann dio un paso a un lado para dejar el puesto a su amigo.

Y, ahora vuelven a cruzarse, con la posibilidad de pasar los dos a octavos de final, simplemente, con empatar. Una tentación justo cuando se van a cumplir 32 años de lo que en Alemania se llamó ‘Nichtangriffspakt von Gijón’ (el pacto de no agresión en Gijón) y el resto del mundo recuerda como el «partido de la vergüenza».

Fue el 25 de junio de 1982, en el estadio de El Molinón, en la tercera jornada del grupo B que componían Alemania, Austria, Argelia y Chile.

El día anterior, Argelia había vencido a Chile por 3-2. Alemania, que también había perdido con los argelinos (1-2), necesitaba ganar a Austria para clasificarse, pero el 1-0 les convenía a ambos.

Todo se resolvió en 12 minutos. Felix Magath envió un balón a Pier Littbarsky y el centro del extremo lo remató de cabeza el «tanque» Hrubesch, libre de marca. No hubo mucho más hasta el descanso y lo más vergonzoso vino en el segundo tiempo, cuando ya no trataron siquiera de disimular.

Walter Schachner, miembro de aquella selección austríaca, lo relató de esta forma al ‘Süddeutsche Zeitung’ en 2007. «En el descanso se llegó al acuerdo de mantener el 1-0, pero yo no me enteré. Por eso estaba desesperado en el campo. No entendía cómo Krankl, nuestro delantero, se ponía de líbero. Y Brieghel no paraba de decirme: ‘no corras tanto’. Los compañeros decidieron no pasarme el balón».

La indignación en las gradas llegó al extremo de que todo el campo empezó a corear «que se besen, que se besen» y, a la salida, se lanzaron huevos contra el autocar de la selección alemana. Un grupo de aficionados, incluso, acudió al hotel de concentración de los germanos para increparlos, mientras el meta Harald Schumacher tiraba una bolsa de agua desde su habitación.

El diario gijonés El Comercio incluyó la crónica del partido en la sección de sucesos, junto a la noticia de un robo de joyas en una vivienda y de otro hurto en una ferretería. Y lo tituló. «Unas 40.000 personas presuntamente estafadas en El Molinón por veintiséis súbditos -entonces sólo se permitían dos cambios- alemanes y austríacos».

A raíz de esto, la FIFA decidió que los partidos de la última jornada se jugasen en el mismo horario, de forma simultánea. Una decisión que no evita situaciones como la del próximo jueves, que pone el partido de Recife en el centro de la polémica y alimenta la peor pesadilla de Cristiano Ronaldo.

EFE
Lavinotinto.com

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