El fútbol es uno de los deportes más completos. A nivel físico favorece el fortalecimiento de los huesos y músculos, contribuye a mantener el peso ideal, mejora el equilibrio y optimiza la coordinación motora. Sin embargo, durante la infancia son mayores las ventajas desde el punto de vista mental y emocional.
Actualmente, cada vez son más los padres que se animan a inscribir a sus hijos en campamentos de fútbol. En la práctica, los niños aprenden acerca del compañerismo y la responsabilidad, dos valores que, junto al deseo de superarse, inciden en el desarrollo emocional.
Fomenta la disciplina
Durante los entrenamientos y encuentros deportivos los niños deben seguir una metodología y acatar las reglas. De forma involuntaria, desarrollan una conducta disciplinada y modelan su comportamiento.
Los niños hiperactivos y los introvertidos son los más beneficiados. Mientras los primeros drenan energía en la cancha, los segundos, encuentran en ella el entorno perfecto para socializar y crear lazos de amistad. El tiempo compartido, los triunfos y derrotas generan empatía y el deseo de contribuir a un objetivo en común.
Incrementa el uso de la lógica
El espíritu de superación y las ganas de alcanzar el triunfo cambian la forma de pensar de los pequeños. Decidir cuál es la mejor jugada requiere de pensar rápido y apelar a la lógica.
En este sentido, los niños potencian el pensamiento estratégico y la capacidad de respuesta en función del momento tomando en cuenta los factores externos que intervienen en el juego y pueden cambiar el resultado final.
Aporta valores y mejora la autoestima
En los campamentos de fútbol y escuelas deportivas, los niños desarrollan valores básicos para la vida y los trasladan a la cotidianidad. Al igual que el resto de los deportes colectivos, los pequeños tienen la oportunidad disfrutar el juego sin sentirse demasiado presionados.
Lejos de lo que ofrecen las disciplinas individuales, el triunfo o la derrota no compromete demasiado la autoestima, ellos entienden que es parte del juego y de esta forma, se vuelven más tolerantes a la frustración.
En conjunto, todos estos beneficios repercuten en la capacidad de adaptarse a los cambios y favorecen tanto el desarrollo de habilidades comunicativas como el crecimiento personal.