El videoarbitraje, la gran novedad del Mundial de Rusia, fue protagonista de principio a fin, convertido en un actor más de la Copa del Mundo, que ha prolongado el debate sobre su uso hasta la final.
No ha habido en Rusia gesto más utilizado que el de dibujar un cuadrado en el aire con los dos dedos índices. Jugadores, entrenadores, árbitros y hasta los aficionados en las gradas lo han hecho, para solicitar la revisión de las imágenes. Porque el VAR se ha convertido en el «Gran Hermano» al que todos quieren recurrir cuando hay alguna jugada polémica.
No ha acabado por el debate, porque hasta en la final Croacia se quejó de que se utilizase el VAR para señalarle un penal y no se usase para detectar que no fue falta el origen del primer gol francés. Pero si se ha integrado como un elemento más del juego. Ya nadie se queja por los segundos de espera que transcurren hasta la decisión del árbitro.
Según la FIFA, gracias al VAR el acierto arbitral se ha acercado a la perfección (99,2 por ciento). Utilizado en más de 400 ocasiones, incluida la final, el videoarbitraje «ha acabado definitivamente con los goles en fuera de juego», según dijo un eufórico Gianni Infantino el pasado viernes.
El VAR no solo rectificó decisiones arbitrales en 16 ocasiones, sino que tuvo una influencia directa en el juego. Nunca se pitaron tantos penales (29), ni se marcaron tantos goles a balón parado (70, casi un 42 por ciento).
Los árbitros no se expusieron a que el VAR corrigiese sus decisiones dentro del área y los jugadores evitaron los agarrones y empujones que ahora son vigilados por más cámaras. La consecuencia; hasta los córneres recuperaron un protagonismo imprevisto (30 goles llegaron tras saques de esquina).
El Mundial de Rusia también trajo el cuarto cambio en las prórrogas, lo que permite una distinta gestión de recursos a los seleccionadores. El caso extremo fue el del croata Zlatko Dalic, que no hizo sustitución alguna hasta el minuto 95 y por lesión de Strinic, pese a que su equipo afrontaba la tercera prórroga.
Fue, de igual forma, el Mundial del Juego Limpio, no sólo por la ejemplarizante imagen de los japoneses, aficionados y jugadores, dejando impolutas las gradas y el vestuario, sino porque por primera vez en la historia las tarjetas amarillas decidieron una clasificación.
Aprobado como un ítem de clasificación en caso de empate a puntos y a diferencia de goles, el Juego Limpio dio a Japón la clasificación a los octavos de final tan sólo por haber recibido menos tarjetas amarillas (4), que Senegal (6).
Un argentino, Néstor Pitana, fue el gran protagonista arbitral. Dirigió cinco partidos, incluido el inaugural entre Rusia y Arabia Saudita (5-0) y la final, en la que no escapó a las quejas croatas, que le culparon de inclinar el título hacia Francia.
EFE
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