La delincuencia es uno de los problemas que día tras día va cobrando víctimas en Venezuela, ya son varios los jugadores que han padecido del deterioro social.
Jarvi Mejía murió el pasado 17 de diciembre, a causa de dos impactos certeros en la salida de un hotel, uno de ellos provocando el deceso del jugador colombiano en el estado Yaracuy. Lo lamentable es que el mediocampista parecía que se recuperaba pero la conmoción en el pecho no dejó que lo hiciera.
Hace poco en el mes de enero también Jorge “Chola” Romero, de 22 años de edad, perdió la vida en manos del hampa cerca de su casa en el sector llamado Vivienda Rural de Bárbula luego de recibir varios impactos de bala. Romero fue trasladado al Hospital Carabobo, pero llegó sin signos vitales.
Romero jugaba como delantero en el equipo Valencia Fútbol Club y daba clases en otras academias pequeñas. Pertenecía a una familia de doce hermanos y residía en el sector La Vivienda del municipio Naguanagua estado Carabobo.
Ahora le tocó al jugador del Real Anzoátegui Oswaldo Jesús Hernández Barrios de 23 años, quien recibió múltiples heridas de proyectiles en el cuerpo la madrugada de este 12 de febrero. “No le robaron nada, lo mataron porque les dio la gana”, dijo el progenitor. El joven había ido a Barcelona con su mamá Sujeil Barrios, unas tías y unas primas a disfrutar el desfile de las carrozas y ver a los artistas que se presentaron durante las festividades del Carnaval. Regresó solo porque se detuvo a hablar con unos amigos.
Los familiares recogieron malherido a Oswaldo Jesús y lo llevaron al hospital Luis Razetti, sin embargo ya había fallecido.
Las circunstancias han hecho que jugadores y dirigentes se hayan puesto de acuerdo en contratar cordones de seguridad hasta en los entrenamientos, mucho más en sus quehaceres cotidianos.
Es lamentable el escarnio de la delincuencia, y las consecuencias de ella algo peor. El fútbol venezolano está de luto nuevamente por el delito impune.
Por Gabriel Torres
Foto: Archivo
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