Djokovic necesitó casi dos horas y media de duelo para derrotar a Nadal, defensor del título, que no vivió hoy sus mejores momentos en la pista al verse afectado en varias ocasiones decisivas por sus propios errores.
Un profundo silencio, marcado por la orden del juez Carlos Alberto Bernardes, dio paso a las 2.15 de la tarde en Londres al primer punto del partido, para Djokovic.
Con el saque a su favor, éste empezó a sufrir el resto de Nadal, vivo como nadie en la pista, que llegó a tener un 30-15 en ese primer juego.
Los dos lucieron su precisión en un intercambio desde el fondo de la pista, que al concluir generó el murmullo en las gradas para valorar el punto que se acababa de llevar Nadal.
En el segundo juego, el español mostró su poderoso servicio, que casi deja a Djokovic sin opciones al resto. Dos juegos más tarde, Nadal deja en blanco a su oponente y firma dos "aces".
Conforme se sucedían los puntos, el serbio iba controlando sus nervios, perfilando el saque y despertando a ese gigante que lleva dentro para contrarrestar a Nadal.
Se gana al público en el quinto juego al subir a la red inesperadamente para Nadal, que se queda lejos de poder alcanzar una bola.
Entre alabanzas sin control para el mallorquín, que recibe varios "I love you, Rafa", y la entrega absoluta de los británicos a Djokovic, que no perdonan a Nadal por haber eliminado a su querido Murray, los dos contrincantes iban dando rienda suelta a sus mejores armas.
Lo difícil para ambos era encontrar la forma de atacar al adversario, de hacerle daño ahí donde más flojeara. Había que ser paciente y Djokovic lo fue.
Llegado el décimo juego, con el 30-30 en el marcador y el saque para Nadal, los dos grandes del momento se medían el pulso en un agresivo peloteo y Rafa erró. Dejó la bola clavada en la red y dio el 30-40 a su adversario. Aún es más: Nadal regaló el punto de rotura a Djokovic enviando su bola fuera del cuadrante.
La ventaja numérica otorgó al balcánico una confianza extra que lo impulsó rápidamente para imponerse en el segundo set.
Arrancó con buen pie y rompió al mallorquín en el primer saque de éste. Tuvo a su favor dos puntos de “break”, pero ni siquiera esperó al segundo. Novak estaba impaciente y celebraba esa rotura como si el premio lo tuviera ya en sus manos.
El apoyo de los espectadores y sus ansias de cerrar con más nota aún una temporada histórica -tras encadenar en la primera parte del año 43 victorias consecutivas hasta su caída en Roland Garros-, le inyectaron al serbio pura vitamina para no dar tregua en este partido.
Volvió a romper el servicio de Rafa en la siguiente oportunidad. Con un pleno de 3-3 (opciones de rotura-aciertos).
El físico de Nadal resplandecía en la pista, la misma que él estrenó en esta 125 edición del torneo para disfrutar del honor que le correspondía como defensor del título. No obstante, sus errores le pasaron factura.
El serbio no perdonaba. Se escurría por cada rincón del terreno. Sus bolas eran puro veneno para el español, que viendo la paliza que le estaba dando el rival en ese segundo parcial decidió esperar, guardar fuerzas y reponerse en la tercera manga. “Nola” había cerrado el segundo set en 33 minutos con un demoledor 6-1.
Ahí se abrió el paréntesis, pues el serbio se sintió anclado ante el despegue de Rafa Nadal. No podía ser ni tan rápida ni tan fácil una final de este nivel, donde el público exigía más y más.
Entre los espectadores se encontraba el primer español que ganó Wimbledon, Manuel Santana, junto a su mujer, Claudia. Quería ver triunfar de nuevo al joven que ha seguido sus pasos, al que él le abrió camino. También estaban el secretario de Estado español para el Deporte, Albert Soler, y el ex baloncestista José Montero.
El tercer set fue de dominio absoluto de Nadal: rompió el servicio de “Nola” en el segundo juego, se lo volvió a anular en el sexto y firmó dos plenos en el tercer y séptimo juego. Fueron los únicos instantes de gloria para Rafa, al que algunos seguidores calificaban de "fenómeno" cuando irrumpían a gritos entre punto y punto.
Nadal jugó, a ratos, con un servicio apabullante, que rozaba en muchos casos los 200 kilómetros por hora, pero sus despistes en los momentos cruciales, poco habituales en su juego, costaron muy caro al de Manacor.
Y es que, para sorpresa de todos, Nadal dejó escapar dos bolas de “break” consecutivas. Fue ahí donde acabó la esperanza del español, que padeció la efectividad y el gran acierto de Djokovic.
Pese a tratar de agotarlo y moverlo de lado a lado de la pista, el serbio parecía incansable, caminaba firme hacia la victoria y se beneficiaba de las pelotas planas ante las que Nadal no tenía la respuesta adecuada.
Djokovic le condenó con una rotura justo después de haber dejado escapar su mejor opción. Nadal le devolvió el “break”, pero para entonces estaba ya debilitado. Djokovic tuvo que aguantar al octavo juego de ese parcial para sentenciar al dos veces campeón del torneo, que llegó a salvar una bola de partido, pero no pudo con la siguiente.
Pese a todo, aún hubo gritos de ánimo a Nadal: "Rafa, estamos contigo, campeón". Éste lo agradecía, sonreía y prometía que volvería sano el próximo año para intentar el logro de la tercera corona, tras superar este año dificultades físicas y jugar infiltrado en el pie izquierdo tres partidos, incluido el final.