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Las lesiones no le truncaron el camino a “Mamá Osa”

Néstor Salazar siempre tuvo vocación para la enseñanza del deporte, ese instinto paternal con su entorno que le llevó a procrear a cuatro retoños y dejar su huella en innumerables jóvenes, a quienes ha logrado instruir sus valores, principios y sobre todo las ansias de ser campeones.

“No hay nada como ganar”, sentenció el director técnico de Cocodrilos de Caracas. “Mi familia dice que soy muy apasionado. A veces voy al baño y me llevo mi tablita para estudiar estrategias”.

Ese don siempre existió.

Tal es así que, apenas cuando comenzaba en la Escuela Técnica Gregorio McGregor, le acuñaron el mote de ‘Mamá Osa’.

“Antes uno entraba a clases en formación, no era ese desastre que es hoy en día”, expuso. “Yo era el último en entrar siempre y entonces los de cuarto y quinto año me decían ahí viene ‘Mamá Osa’ y sus ositos, que era una comiquita muy popular que había en ese momento. Hay personas que me conocen más con ese apodo que como Néstor Salazar”.

Estaba de antojito cuál iba a ser la vocación del actual entrenador del conjunto saurio, pero en aquel entonces él quería escoger otro camino, el cual ni siquiera se encontraba en un gimnasio de baloncesto.

Su sueño era representar a Venezuela en el voleibol, ni siquiera en el deporte de las alturas, al cual ha dedicado su vida porque una lesión en los meniscos de su pierna derecha le impidió conseguir aquel objetivo.

“Estaba en la Academia Militar de Venezuela, en mi quinto año”, contó. “Nuestro profesor nos consiguió un juego amistoso de vóley, contra el equipo de esa institución que era muy duro. Fui a hacer una ejecución, caí sobre el pie de uno de mis rivales y me fracturé. Eran otros tiempos, no me hicieron la operación a tiempo y no pude jugar más”.

Fue una mala jugada del destino, pero nadie puede decir que no fue para bien.

Al final, después de eso vinieron tres títulos juveniles de torneos de la Federación Internacional de Baloncesto, participación en un mundial de mayores, doce finales en la Liga Profesional de Baloncesto, siete de forma consecutiva, cuatro títulos en ese circuito y una huella imborrable que lo han convertido en la leyenda más grande de ese deporte en nuestro país avalan lo dicho anteriormente.

“Fue muy accidentado como comenzó todo esto”, atizó. “Después de la lesión fui a hacer trabajo comunitario. En parte fue mi idea y en parte de mis profesores Pedro y Elena. Ellos me enseñaron a ganar. En ese empleo tuve la visión de ver cuáles niños tenían aptitudes para jugar”.

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Salazar, quien se crio en Cochecito, en Caracas, se animó a crear su primer equipo de básquet cuando apenas tenía 18 años. Lo hizo en aquel poblado donde vivió en su adolescencia, luego de que sus padres lo trajeran a la capital del país porque ellos eran originalmente de Yoco, un pueblo que queda a unos 18 kilómetros de distancia de Guiria, en el estado Sucre.

“No teníamos uniforme ni nada, entonces utilizábamos los shorts del colegio y una franela blanca”, recordó. “Le poníamos el número del dorsal con marcador”.

A partir de allí empezó a recibir oportunidades en el ámbito del baloncesto juvenil, tanto en torneos nacionales, como internacionales, e incluso llegó a convertirse en el primer director técnico criollo con tres lauros fuera de nuestras fronteras con una selección menor.

Con ese palmarés, recibió la llamada de Panteras de Miranda para dirigir en 1985, pero en lugar de eso fue asistente del entrenador.

“No pienses que me dio miedo”, sonrió al dar su respuesta. “Era muy joven en ese momento, no tenía casi experiencia. En ese equipo estaba Tulio Rivero y todos ellos eran mayores que yo, entonces preferí agarrar un poco de experiencia”.

Apenas dos años fueron suficientes para que comenzara a escribir su historia dentro de la Liga Profesional de Baloncesto. En su debut como director técnico, con Panteras, acudió a la final, aunque cayó derrotado. Su primer título demoró un poco, pero en definitiva su historia abarca 700 victorias en la LPB, doce finales, cuatro campeonatos con Cocodrilos de Caracas y un mundial de mayores en Japón.

“Solo me faltan unas olimpíadas para cumplir un ciclo”, puntualizó el entrenador más exitoso nacido en Venezuela. “Así sea como dirigente voy a ir, porque estoy empeñado en cumplir eso. “Uno debe trabajar todos los días porque sino alguien va a ser mejor que tú”.

Eso es lo que precisamente intenta hacer Salazar en la zafra en curso del baloncesto criollo, en donde apenas este domingo consiguió su primera victoria, después de seis derrotas sucesivas.

“La gente dice que Néstor ya está viejo”, lamentó. “Ningún viejo, tengo que seguir preparándome. Yo no puedo ponerme como meta que mañana me voy a retirar. Yo no pienso que me voy a echar, siempre hay que ir más allá”.

De hecho, aspira todavía conseguir, aunque sea un título más para decir adiós.

“Eso va a pasar en los próximos tres años. Ya tú vas a ver”, prometió. “Imagínate que quede campeón y diga hasta aquí. Sería un sueño”.

Y más que eso sería el capítulo final ideal del libro que desea escribir una vez se retire para plasmar todas sus memorias en el baloncesto venezolano.

Por: Marcos Grunfeld
Lavinotinto.com
Foto: MecheCelta.com

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