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La noche en la que Caracas no pudo

En casa, el conjunto capitalino no pudo tener el mismo desempeño que fuera de ella. Ante el adversario argentino afloraron casi todas las deficiencias de un equipo que las había minimizado en las semanas recientes. La ansiedad -pese a que el empate era suficiente- gobernó una noche en la que el visitante triunfó a partir de su oficio y un planteamiento inteligente.

Vélez no se complicó. Se decidió por esperar atrás al contrario, dejándole poco respiro al momento de crear y atacar, para luego replicarle con un contragolpe efectivo, que tomó buena nota de las deficiencias de la zaga venezolana. Además, no se vio abrumado por el excelente marco de público o la obligación que tenía de ganar para meterse en los octavos.

La polémica decisión arbitral de los primeros minutos del encuentro apenas fue una razón más de la derrota. El once rojo controló el balón y propuso durante un buen tramo del primer tiempo. Sin embargo, poco a poco su estrategia se tornó predecible, en especial tras el primer tanto en contra. Éste le dio tranquilidad y presencia en el terreno de juego al elenco sureño.

El tempranero tanto de Silva en la segunda mitad noqueó lo anímico en el dueño de casa. A partir de entonces, la eliminación estaba consumada y no sólo por el resultado que se estaba dando en Santiago. Caracas no consiguió darle un mejor destino a la pelota cuando la tuvo, Vélez desactivó todo peligro casi sin despeinarse, usó el pase largo y la proyección por los costados para consumar la goleada.

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Los números dicen que esta edición de la Copa fue buena para el rojo. Las limitaciones que generan un plantel corto, el muchas veces mencionado proceso de transición, el encarar largos viajes y convocatorias a la selección refuerzan esta idea. Para el recuerdo quedarán las dos sólidas victorias en Chile ante Universidad Católica y Unión Española.

No obstante, en el cotejo que pudo reafirmar todo lo bueno, el club avileño acumuló y acumuló errores: imprecisiones, individualidades por arriba del colectivo, cambios tardíos, poco peso de los mismos en el partido, destellos defensivos, desconcentraciones, enmarcados en un bajón anímico pronunciado. La resignación cundió en buena parte del segundo tiempo.

Una vez más, al fútbol venezolano le faltó cinco para completar el bolívar. La ilusión copera, que empezó con el Petare, pasó por las manos del Táchira y estuvo a punto de cristalizarse por medio del Caracas, no se pudo hacer realidad. Quizá no hay mucho tiempo para la necesaria revisión detenida de lo ocurrido porque el torneo nacional está en su fase decisiva. Pero, de nuevo, el mayo copero no lo vivirán los venezolanos.

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