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Juan Arango, jugador vinotinto

El capítulo de la vida de Juan Arango como jugador vinotinto culminó el martes en el maltratado césped de Cachamay, salvando obstáculos y recibiendo aplausos por igual, como desde aquellos inicios lejanos en el tiempo.

Si se incluyen las categorías menores, en las que tuvo un paso fugaz pero provechoso, la relación del maracayero con la selección es de casi dos décadas de duración. Con la mayor empezó una noche del Pachencho Romero, dando de la mano de José Omar Pastoriza el primer paso del cambio.

Dinamarca en aquel 1999, Panamá en este 2015. En el medio seis Copas América, cuatro eliminatorias al Mundial y un recorrido con la camiseta venezolana por países de varios continentes. Arango marcó en Jamaica, se midió a Suiza en Basilea,  pisó cada cancha sudamericana en la altura o en el llano.

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En 2001 anotó su primer tanto, en la noche de un hito del transformador proceso de Richard Páez. El empate con Colombia en Pueblo Nuevo fue el abreboca de la inolvidable seguidilla de partidos, la identificación del público con la Vinotinto y la asunción de Arango como figura determinante.

Algún versado denominó el momento como el de la “Arangodependencia”. Saliendo de la juventud cargó los siguientes años con la cruz de las miradas, la presión, la exigencia permanente. El 18 era el número elegido por la gente y los goles con remates de media distancia eran los preferidos del volante ofensivo.

Tras la desilusión en las eliminatorias, la Copa América entre San Cristóbal y Mérida le llegó en un momento de madurez, de consolidación europea tras haber superado el encontronazo con Javi Navarro. El gol contra Uruguay cerró la Copa y poco después lo hizo el ciclo de Páez.

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Con César Farías fue capitán, punto de referencia y responsable de victorias y derrotas desde el primer momento. De pocas palabras y el más bajo perfil posible, Arango ayudó a mantener el barco a flote en Puerto La Cruz y acarició el boleto africano, bajando desde los altares alemanes cada vez que fue necesario.

En la hazaña de la fría Argentina de 2011, llegó a 100 partidos con la Vinotinto. Anotó de nuevo, en la tarde en que Perú se quedó con el tercer puesto. Sin embargo, no dijo presente en los penales contra Paraguay. No todos lo asumieron como lo que fue, una decisión dentro de un partido.

Pese a que triunfaba en el Viejo Continente, los comentarios en contra fueron en aumento. Lo tildaron de entrado en años, de que no rendía igual en la selección que en su club. Lo etiquetaron de “prescindible”, aunque no lo era para el grupo vinotinto. Contra Ecuador dio lección de lo útil que podía ser.

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A Noel Sanvicente le tocó guiarlo en los últimos pasos. En La Paz completó su cuenta goleadora. Pero ya no era lo mismo, estaba distante, quizá cansado, quizá consciente de que su aporte era menos relevante que antes. Pese a todo, resistió un año más. Hasta la noche de Cachamay, la del punto y final vinotinto.

Javier Rivera
Foto: Archivo
Lavinotinto.com

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