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Argentina de Maradona y la Alemania de Matthaus

Entre 1986 y 1990 las dos potencias futbolísticas comenzaban por “A”. La Argentina de Diego Armando Maradona y la Alemania de Lothar Matthaus se midieron en dos finales consecutivas de Mundiales con igualdad en el balance: la del 86 fue para la Albiceleste y la del 90, para La Mannschaft.

La final de México 1986, disputada el 29 de junio en el imponente Estadio Azteca de México capital ante 114.600 espectadores, es quizá una de las más épicas que se recuerdan en la historia de las Copas del Mundo.

José Brown, en el minuto 23, y Jorge Valdano, en el 56, daban una plácida ventaja a los argentinos ante Alemania Occidental, pues entonces aún estaba dividida por el muro de Berlín.

Los germanos, sin embargos, neutralizaron la ventaja en solo siete minutos, entre el 74 y el 81 el capitán Karl-Heinz Rummenigge y el goleador Rudi Voller, respectivamente, pusieron un nudo en la garganta de Argentina.

“Ya éramos campeones del mundo, y ahora hay que volver a empezar”, dijo un conmocionado Valdano a Jorge Burruchaga cuando sacaban del punto central después del último tanto de Voller. “Tranquilo, que ganamos igual”, le respondió Burru.

Un balón dividido, difícil de controlar, llegó al radio de acción de Maradona, que, entre un fuerte marcaje, logró espacio para controlar y pegarla hacia el espacio que había visto en el costado derecho.

Allí estaba Burruchaga, lanzado como una flecha. Recorrió casi 40 metros hasta encarar a Harald Schumacher ante el que cruzó el balón, raso, por su lado derecho.

Ese triunfo por 3-2 supuso la segundo Copa para Argentina después de la de 1978 y fue la coronación del mejor jugador del mundo del momento, Diego Armando Maradona, que había sido crucial durante todo el torneo.

Cuatro años después, ambas selecciones, bastante remozadas respecto al torneo de México, se citaron en otra final de un campeonato mundial. El 8 de julio de 1990 en el estadio Olímpico de Roma 73.603 asistieron una final mucho menos emocionante que la de 1986.

Aquel Mundial de pocos goles y muchas precauciones defensivas tuvo una final a la altura.

Maradona, entonces con 29 años, vivió un martirio por el férreo marcaje de Juergen Kohler, Klaus Augenthaler y Guido Buchwald, entre otros.

El partido lo decidieron los once metros. El colegiado mexicano Edgardo Codesal consideró falta dentro del área una entrada del central argentino Néstor Sensini y la posterior caída de Rudi Voller. Un penalti muy discutido que ejecutó fuerte y al lado derecho de Sergio Goycochea el lateral Andreas Brehme. Era el minuto 85.

Goycochea, figura de las tandas de penaltis ante la extinta Yugoslavia e Italia, no logró atajarlo. Y Argentina acabó con nueve por las expulsiones de Pedro Monzón (65) y Gustavo Dezotti (87).

Esa Copa, la tercera en las vitrinas de Alemania después de la de 1954 y 1974, premió a una generación de oro del fútbol teutón que contaba con Bodo Illgner, Pierre Littbarski, Jurgen Klinsmann o Thomas Hassler. Matthaus, uno de los veteranos y líder de aquella selección, se tomó la revancha de Maradona.

Así como el alemán Franz Beckenbauer del argentino Carlos Salvador Bilardo. Ambos fueron los seleccionadores en las dos finales.

EFE
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